fui al
cementerio 
bloque A
nicho 2
el último
de la fila,
abajo
bien abajo, tanto
que imagino a
Dios
preocupado
inventando un
cielo
para vos





 Estos días  mi padre     
como buen ferroviario,
camina las vías de mis recuerdos
se pone
(para que yo lo vea)
muy cerca de la bomba de agua

Mi padre, siempre regresa
para subirme a sus hombros
hacerme tocar la campana
de la estación
y bajarme
lentamente
en el presente

para que yo siga adelante




estuve en mi ciudad
la recorrí con ojos azorados
viendo lo que ya no existe
presa del dolor por lo que ya
no podrá volver a ser

estuve en mi ciudad,
mi ciudad de algún lugar
que nadie observa ni camina 




Pienso en lo que no me atrevo a mirar.
El viento roza la ausencia
el pez muerto nada en aguas turbias
en la memoria enceguecida de la oscuridad
Me siento alojada bajo el temblor
del desánimo
vanamente
con la luz encendida dentro de la luz

Lily Chavez

Presentación de mi libro "Dos estaciones y media"





El 15 de marzo del cte. Año, se efectuó la presentación de mi libro  “Dos estaciones y media”   La misma se realizó en la Asociación de Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial de Córdoba, sito en calle Belgrano 224 de nuestra Ciudad de Córdoba, con palabras de   la poeta Susana Cabuchi y de Jorge Paolantonio. Quiero compartir las palabras con las que Jorge hizo la presentación de este libro.

"La poesía es una manera de expresión como cualquier otra –decía Glauce Baldovín; "todas las maneras de expresión son buenas, como acariciarle el pelo a alguien, preparar el café con leche a la mañana, regar una planta, mirar el sol, caminar bajo la lluvia. No hay otros misterio" (citada por Livia Hidalgo)
        Hemos anotado en la contratapa de este  "Dos estaciones y media” –que hoy presentamos- que se trata de un texto que revela un itinerario en tiempo y espacio. Una travesía que, a pesar del trayecto,  tiene una imagen omnipresente y es la de esa mujer  'confinada al recuadro de una ventana donde los pájaros pocas veces se dejan ver’.
       He resaltado también que Liliana Chavez se deja habitar por revelaciones: sabe que ‘a veces la realidad es una verdad tardía’. Por ello, utilizando una historia familiar tocante –que ella se ocupa de re-significar- la poeta pone a su propia madre en ese ventanal y la  suspende para susurrar la sentencia de Publio (el) Sirio: "quien pierde la fe no puede perder más".  La paradoja es en qué medida esa madre y esa hija [los roles a veces se invierten y otras son simbióticas o indivisibles]  luchan para no perder la fe. Hay un credo antiguo que a veces las ampara. Pero también hay un miedo atávico, un temblor jamás convidado que se cuela por las grietas de la duda o la incertidumbre.  
      Sucede entonces que la voz filial necesita desdoblarse  entre visión palpable y sentimiento entrañable. Hay un deseo: ‘aletea, Madre, no te quedes entre las cenizas’. Este vocativo es reminiscente de aquel bellísimo pedido de Dylan Thomas a su propio padre: Do not go gentle into that good night / Rage, rage against the dying of the light//  [= no entres dócilmente en la buena noche aquella / Lucha, Lucha contra la muerte / desaparición de la luz].
       "Dos estaciones y media" –título puesto así, frente a nosotros, en el aire- alude literalmente a una medición. ¿Es una medición exacta?  Diríamos que no. Ni siquiera llega a completar ese tres que dicta la cifra armónica perfecta. Pero justamente, Liliana necesita esta primera instancia  - la nominal- para introducirse (e introducirnos) en un devenir tantálico. [Y si menciono a Tántalos no lo hago en el sentido Kantiano,  sino en el de la impotencia del rey mítico cuya sed y hambre jamás podía saciar.] Es paradójico, por otro lado, que esas "dos estaciones y media" esté dividido en tres partes. Quizás sin intención confesa, la poeta "necesita" merodear la armonía. O al menos, deslizarla.
       La primera sección no lleva un nombre identificable. Sin embargo, y basándonos en el hecho de que las dos partes restantes son "casas" –concretamente "la casa de la calle Elfein" y "la casa del boulevard"-  se nos ocurre que este lugar innominado de la primera parte es justamente la antítesis de lo que Liliana nombra cuando dice "la casa". Más bien es un lugar sombrío. La idea de un lamento que no cesa y la reiteración de la palabra llanto termina de conformar ese hospital u hospicio donde contrastan el berrido de un recién nacido  y esa mujer que seca unos pies que se mueren.  
[Citamos:] "me pregunto madre / que te duele más/ si esa herida en tu costado izquierdo/ o esa oración que no llega / a oídos de Dios".  Y es ese estado agónico en "la casa del dolor" el que se mide en dos estaciones y media. [Citamos:] "Han pasado dos estaciones y media / todo el frío y la sed/ todos los enjambres". Pero hay una luz que se enciende por primera vez: "Es hora de volver a casa (aunque el dolor insiste en alojar sus crías en el cuerpo)".     
      Abre la sección de "la calle Elfein" una cita de Petrarca: "el constante suspirar nada alivia".  Esa idea de que de nada vale condolerse se tiñe de una nostalgia que no permite asir la frialdad que predica. [Citamos:] "extraña la mujer impresa en su memoria / la que ahora camina al borde de la lejanía // extraña el trabajo de las manos […] la brisa / en la ronda de la mirada".  Liliana alcanza aquí una imaginería que vibra entre el realismo crudo y la poesía pura: "lo suyo es un monólogo: comienza y termina / en abismo/ como una palabra que atada al árbol de la muerte /sigue teniendo hijos". "Claudicar no es lo de ella" dirá poco más adelante  para llevarnos hasta ese ‘aletea, Madre, no te quedes entre las cenizas’ que anoté al principio. Es en esta instancia, también, donde la impotencia acentúa una sensación que –agazapada- ha venido amenazando: "Ella que lo ha visto todo ha quedado afuera /  Parece no estarle destinado resplandor alguno".
        Esta separación del objeto amado parece señalar dos vías: el renacer del sufriente [ahora iluminado a través del padecimiento ] y la soledad de aquel que sostuvo [agotado y ya sin posibilidad de  resplandecer]. No voy a entrar en disquisiciones filosóficas. Prefiero traer una anécdota de Rudyard Kipling. Visitando Japón, en 1889 –Kobe, para ser exactos- el inglés vio bajo la lluvia un cortejo fúnebre. "Pasó una procesión caminando pesadamente por el fango pastoso. Nadie lloraba. Alguien cantaba una canción a media voz, una canción quejumbrosa que sí había oído una vez, muy lejos, al norte de la India, de labios de un nativo que había sido desgarrado por un oso. No tenía esperanzas de salvación, y cantaba su propio canto fúnebre mientras lo transportaban. Al cortejo en Kobe fue añadiéndose gente, pero no hubo lágrimas ni aspavientos. Solo una canción que fue haciéndose colectiva y a media voz, respetuosa incluso con el terrible aguacero"           
       Y es en este punto donde 'la casa del Boulevard' recibe de nuevo a su dueña. "Ha sido largo el camino; hastiados los dedos que tocaron el dolor". "Ella ha cedido sus piernas; ya no pregunta por qué: tiene un Dios que le ha encendido los ojos". A la iluminación por el dolor es casi un lugar común. Pero aquí está expresado con una poesía potentísima que sacude  con cada verso. Tomemos para finalizar estas cuatro líneas No hay conclusiones posibles. Acaso exista un árbol donde colgar los sueños // pero eso quizá  sólo lo sepan los pájaros.
       Como en el cortejo de Kobe, Liliana Chávez canta una antiquísima canción. Quizás solo musita una oración aprendida de su propia madre. La hija amantísima ofrenda las últimas y las más expresivas visiones de una resolana provinciana y claroscuros de tragedia.
El hospital, la casa de la calle Elfstein, la casona del boulevard: cada una ha cobijado la medida entre el padecimiento y la desesperanza, cada una ha sido testigo de un ser que pudo re-encender el credo de prevalecer con la palabra, entre el dejarse morir y el de luchar contra la desaparición de la luz.  
        De allí que en DOS ESTACIONES Y MEDIA sean tan altos el amor y la fe como la poesía que los atraviesa.



JORGE PAOLANTONIO
Marzo de 2013



Cómo será
caer en el vacío
no tener un dios
que de esperanza

mirar alrededor
no ver a nadie
insistir con uno mismo.

*

Me pregunto madre
que te duele más.
si esa herida
en tu costado izquierdo
o esa oración que no llega
a oídos de Dios.

*

Dónde cavar,
cuándo cortar el gajo
en qué orilla.

No se detienen
los punteros del tiempo.

Se deshacen los moldes
en la curvatura de la vida
cuando se cree tener
todo
y de pronto,
nada.

*

Debajo de su silencio
hay uno mío más áspero todavía.

*

Han pasado
dos estaciones
y media.
Todo el frío y la sed.
Todos
los enjambres.

Es hora de volver a casa
aunque el dolor insiste
en alojar sus crías
en el cuerpo.

*

duelen
esas hojas que caen del árbol
en medio de la primavera.

*

El paisaje se llena de grietas.
Temo por el pequeño pie
de la esperanza.

*

El mayor desgaste
es este poner el cuerpo
levantar al otro
con los sentidos aflorando
ciegos
en medio de la tristeza.

*

Mi madre falleció el 26 de abril , un mes y once días después de la presentación del libro
Aquí el poema de cierre

No hay conclusiones posibles.
Acaso exista un árbol donde colgar
                                                     los sueños

Pero eso quizás sólo lo sepan los pájaros.

*


Un agradecimiento especial para Máximo Ballester por el apoyo de siempre y a Gustavo Tisocco por las palabras de contratapa que dicen:

“Estos poemas de Liliana Chavez breves y dolorosos son un testamento de amor, de belleza, pese al cansancio y a la tristeza. Pareciera que como una dulce flor, después del hondo silencio, ese que bordeaba la cama, después de los quejidos como trozos de vidrios, después del mismo llanto y de la bronca, emergiera entera y sabia, humana y liviana. Porque la poeta no se queda en las cenizas de un tiempo difícil y resurge como un brote recién reverdecido y escribe y transforma lo penoso en exquisitez. En el primer poema dice: “Adentro madre me habitará por siempre el amor” y solamente alguien amoroso y vulnerable, sensible y mágico puede expresar lo que Liliana hoy nos da en Dos estaciones y media.  Gracias por la hermosura, por la emoción”

Gustavo Tisocco









Me levanto temprano
parezco un gallo anunciando el fin del insomnio

las sombras todavía se confiesan ante la luz.
En los bordes del día
la soledad muestra la escarcha de sus flores.

*

Contemplo
el otro lado de la calle
la mujer riega el naranjo recién plantado.
Sus gatos aguardan.

Ella les canta como a niños.
Se la ve sonreir.

distante
de quienes humeden la soledad
con silencio

*

No quiere ser la que habla.
Pone sus palabras de boca de otra.
Clava la tercera persona en las costillas
de su lengua

aleja sus sombras de la verdad
le entrega el peso de lo hueco

espanta la oscuridad
con un quejido muerto.

*

Hoy tengo esta sensación
indefinible
de estar al margen de la lluvia
en las cenizas
bajo el sol del olvido.


*



                               A los hijos

Quién se aleja de quién.
Quienes los extraviados
en las calles del tiempo.

Hijos,
el llanto los nombra
ahora,
cuando las caricias parecen condenadas
a ser aves de paso y las horas
viven de ficciones.

Ustedes, tan imperceptibles
a la intemperie final.
Y nosotros,
procurando ser
             menos sombra.

Lily Chavez


Ay Liliana, que tal si reniegas
del absurdo trapo que te tapa la boca
si bajas de la noche
si frecuentas el día.
tecuerda que todo es una triste miseria
sin el grito
que si no haces algo
esa ración aturdida de inquietud
te secará la sangre.
* * *
Una se desnuda siempre
en cada palabra que cae como una prenda
lágrima enagua que se desliza
hasta los pies de los pies
todo el suelo cubierto de instantes
una se mira en el espejo
se mide los excesos
reconoce la ropa demasiado grande
sopesa los prejuicios
y busca la sombra
como si ella fuera la seda necesaria
que deja al descubierto
los pechos
el pubis
el ombligo
el quiebre de la voz
he aquí la entrega
saborear las imágenes
nos deja desnuda ante el deseo
murmullo de la sangre que ronda
las letras disociadas       revueltas
buscándose poema entre las sábanas
+ + +
Ella aferrada a un sueño
que se desmorona
cayendo
como por un agujero interminable
el aire mismo
una asfixia
un devorador de lo claro
su respiración vacila
sobre un memorial de silencio
cuando despierta
tiene un ligero sobresalto
se incorpora a medias
alarga su tristeza
hasta la ventana
mira la calle
y vuelve a dormirse
Nada hay para ella
fuera de los sueños

Testimoniales


Testimonial I


“…y sus ojos sin pavor
como si no se dieran cuenta”
Livia Hidalgo
Observo a la mujer            
La pobreza
que contamina el lugar
por donde pasa el silencio

No escucho a nadie implorar  perdón
por ese pájaro herido.

Y me abriga una certeza:
un amanecer sombrío
aviva el fuego de otros lutos
una turba de sombras
viene a presenciar la caída.

Y ella sigue ahí, 
sin pavor en los ojos
a punto de parir su muerte

escuchando  - casi con devoción –
el  fecundo sermón de la oscuridad.




II


Donde construyen la nueva Terminal 
hay una casa que rehúsa a irse
y también bajo el puente
una mujer que escupe soledad
sobre el rostro del tiempo.
Uno de estos días
alguien de agotada ternura
llegará a decirles
que ella y la casa deben irse

que hablen con sus respectivas muertes.




La esclavitud es la maleza
que dejas crecer en la sangre.




Respirar 
con la pata de un elefante
sobre la garganta

viendo apenas la mueca de una sombra
sobre mí




El silencio se ahoga
en su propia saliva

nace un grito del desgarramiento